La palabra col proviene del latín ‘caulis’ que significa tallo/col. Esta planta es originaria de la cuenca mediterránea. Al parecer existía una col de hojas de forma silvestre, de la cual surgió la col forrajera, que en Colombia es conocida como “tallos”. Hay evidencia de que los conquistadores la trajeron a América, lo que no se sabe es si ya existía, porque en Mesoamérica existía un género llamado quelites, que englobaba a varios vegetales silvestres que los indígenas consumían. Desde el año 2500 a.C. los egipcios usaban la col como remedio natural en forma de cataplasmas. Después se expandió su uso con los griegos, celtas y romanos, quienes lo utilizaban para problemas intestinales, pulmonares y para incrementar la leche en las madres que estaban amamantando.

Las variedades de coles que encontramos hoy día son la consecuencia de los diferentes cruces realizados por los agricultores en todo el mundo. Sus variaciones dependen de que el cambio de forma se haya producido en la raíz (colinabo), el tallo (colirrábano, col china), en las hojas (repollos lisos o rizados, morados o blancos, coles rizadas -kale o tallos-), en la flor y los frutos (coliflor, brócoli, col romanesco) o en las yemas (coles de Bruselas).

En casi todas las fincas de la red de La Canasta de clima templado o frío se cultivan coles, realmente son muy resistentes y fáciles de manejar, lo que hemos notado es que no son tan apetecidas por los comensales, a excepción del brócoli. Pero tienen tan buenas propiedades nutricionales que podemos darles más chance en nuestro menú. El consumo de coles mantiene nuestros músculos sanos gracias a su contenido alto en glutamina. También ayuda a eliminar toxinas del cuerpo. Protege el hígado, cuida la salud del sistema nervioso, nos ayuda a digerir bien los alimentos por su contenido de fibra, previene la osteoporosis y el crecimiento de células cancerígenas. ¡Merecen estar en nuestra mesa!

La receta de la semana es Guiso de repollo morado agridulce